lunes, 5 de diciembre de 2011

Susanita


Susana Valle, “Susanita”, enfrentó una de las incontables historias de vida signadas por el sufrimiento. Sufrimiento que, el odio gorila, impartiera a tantos compañeros.

En las jornadas comprendidas entre el 9 y 12 de junio de 1956, treinta y dos patriotas cayeron por las balas de una dictadura genocida. Entre ellos, quien encabezara el movimiento que intentaba restablecer el orden constitucional, el padre de nuestra protagonista, General Juan José Valle.

Esta increíble mujer, con 18 años; hizo hasta lo imposible por evitar el asesinato de su progenitor, pero el que había dado la orden; el único que podía evitarlo, no lo hizo. La razón es, a la luz de nuestro siglo, incomprensible, pero rebasa de lógica si nos situamos en el momento citado… el asesinato no fue detenido, pues quien debía dar la orden no podía hacerlo… por estar durmiendo su siesta, habiendo ordenado previamente, no ser molestado.

Cuando ya no tenía esperanzas y sentía morirse, haciendo un último esfuerzo, visitó al general que esperaba sereno a ser fusilado. Él le entregó una nota como despedida: … “Querida Susanita: sé fuerte… no te avergüences de tu padre que muere por una causa justa”… “mi linda pequeña, tené valor, trabajá con fe en la vida”… “papito”. Pasó poco tiempo; se sacudió con los estampidos de los fusiles. Las balas la acribillaron, tanto como al General Juan José Valle, su padre, asesinado por intentar defender el derecho de los más humildes.

En los `70, fue secuestrada junto a su pareja. Ambos torturados. El desapareció; ella en cautiverio tuvo un parto prematuro de mellizos. A pesar del frío invernal, fue atada desnuda a una mesa de mármol. Sobre el pecho le pusieron una de las criaturas muerta. A distancia, dejaron a la mellicita, desnuda para que también muera ante su vista.

Llevó su lucha militante en alto y sin aflojar hasta el final. Hasta que una cruel enfermedad se la llevó de esta tierra, el 3 de septiembre del 2006; después de un largo martirio, por penurias económicas y falta de medicamentos para su mal. “Susanita”, cerró sus grandes y tristes ojos grises, para poder encontrar entre los misterios de su alma, al hombre más admirado; “papito” Juan. Me gusta pensar que allí estaba, honrándola con un saludo, que sólo se destina a un soldado de la causa: una enorme sonrisa y seis escarapelas rojo punzó sobre el pecho, como premio a su lealtad, con la Constitución Argentina.

Mientras tanto, los que nos negamos a olvidar, seguimos soñando con que algún día se les dé el lugar que a cada cuál le corresponde en nuestra historia.

A lo mejor, ya es hora, que el tramo Rosario-San Nicolás de la Ruta 9, que hoy lleva el nombre del genocida Aramburu, pase a llamarse Gral. J.J. Valle.

Seguramente, los grandes ojos grises llenos de dolor de Susanita, ese día, recuperen la alegría que le acribillaron tantas veces.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Eva Perón


El viernes próximo pasado, en la intersección de calles Eva Perón y Arenales, el grupo “Las Juanas”, en el marco de la “jornada por la eliminación de la violencia hacia las mujeres”, decidió, arbitrariamente, que esta arteria de nuestra ciudad, pase a llamarse “Eva Duarte”, alegando que ese es su nombre verdadero, y su identidad.

Los que amamos la figura de Evita señalamos, que llevar el apellido de su marido, el General Juan Domingo Perón, fue una decisión de la propia Evita, que ejerciendo un derecho, adoptó este nombre.

Contrariamente a lo declarado por la coordinadora del grupo, esta decisión es parte del libre albedrío de la persona, quedando manifiesta ampliamente su voluntad, en sus discursos y textos.

Tampoco es aceptable, que dicha elección represente simbólicamente a la mujer como apéndice del hombre. La mujer y el hombre, se complementan, sin estar ninguno por encima del otro.

Los que luchamos por las tres banderas que ellos nos legaran: Justicia Social, Soberanía política e Independencia económica, sabemos que la base de la primera de éstas detrás de las que nos encolumnamos, se logra con la igualdad de derecho de las personas, sin distinción de género.

Quisiera detenerme en otro punto el cual considero necesario analizar: resulta violento, y una amputación de la identidad de la abanderada de los humildes (título que cariñosamente le otorgara el pueblo), además de contradictorio, manifestarse contra la violencia, violentando un espacio público. Nótese que el vocablo violentar deriva de la operación llevada a cabo sin autorización, y sin consultar a quienes, inevitablemente, nos veríamos afectados por esta acción.

Resulta sospechoso, por otra parte, que fuera justamente la palabra “Perón” la que se intenta eliminar de un espacio público, en nombre de una supuesta reivindicación, de la que hacen parte, forzosamente, a la figura histórica de Evita, quién no compartía esta lucha y llevaba orgullosa su apellido de casada. Poniendo por encima de las luchas de género, la lucha por lo que fuera para ella, su prioridad, (de nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social, dijo)

Este hecho de eliminar el nombre del General y no tomar, por ejemplo, el nombre de Nora W de Basualdo, (por citar un ejemplo de otra calle de la ciudad), resulta sospechosamente similar a la política “desperonizadora” que sufrió la Argentina a partir del 16 de septiembre de 1955.

Por citar a la propia Evita en su recordada obra “La Razón de mi Vida”: “Millones de hombres han pasado como él frente al problema cada vez más agudo de la mujer en la humanidad de este siglo angustiado, y creo que muy pocos, se han detenido y lo han penetrado como él, como Perón, hasta lo más íntimo.

Él me enseñó en esto, como en todas las cosas, el camino”

Es nuestro anhelo que rápidamente el cartel nomenclador violentado, en nombre de la no violencia, regrese a su estado original; llevando el nombre que ella eligió para sí, y el que llevamos en nuestra memoria. Eva Perón, simplemente, Evita.