sábado, 5 de febrero de 2011

¡Huy!... Se cayó…



Se cayó, de caerse, y se calló, de callarse. Se fue a la mierda, porque era una mierda.
Pero lo más importante, no es que haya caído, es que haya callado. Ya no grita loas a los asesinos del pueblo de la Patria. Ya no está ahí, impune.
Nada quedó de él. Se derrumbó en un segundo, como si el peso de la historia le hubiese caído de repente, sobre su grotesca figura.
Se cayó, estallando contra el piso, y no alcanzaron los fragmentos, para saldar la deuda.
Se calló, para siempre. Dejó de ocupar el lugar que le había robado a Evita. Ahí, sobre ese pié, estaba su figura.
Se calló, estoy segura que le dibujó una sonrisa a Susanita, para contrastar sus enormes ojos grises, cargados de tristeza.
Se calló, y mi abuelo me palmeó la espalda, en el mismo instante en que el ¡Viva a Perón! Se asomó a nuestras gargantas.
Se calló, para dar espacio a los gritos de victoria, de un pueblo dispuesto a hacer tronar el escarmiento.
Se calló, y los Comando Celestiales, nos guiñaron un ojo, haciendo juego de luces con las estrellas del cielo salliquelense.
Se calló para siempre. Quedarán los ecos, sostenidos por los que nunca entenderán, porque no saben lo que se siente, cuando cada uno es el otro.
Se calló, y me regaló la certeza, de saber que no estoy sola. Que puedo caer, y un brazo compañero, va a estar para sostenerme. La certeza de que puedo sostener a un compañero, y no flaquear. La certeza, la convicción plena, de saber que no se está solo, en este camino.
A mis compañeros, a todos, los que estuvieron ahí, los que nos brindaron su apoyo, los que rezaron, los que se preocuparon, los que agradecieron, los que se emocionaron; mi eterno agradecimiento.
A los que nos calificaron de vándalos, les sugiero que revisen el diccionario, y la historia… Nunca será lo mismo tener las manos manchadas de sangre, que de cemento…

No hay comentarios: