martes, 24 de julio de 2007

No regala un pueblo tanta devoción

Gracias, Compañero Ignacio Copani por ponerle música a este sentimiento.



María Eva

María Eva nació en Los Toldos,
no en un estudio de filmación,
supo beber del dolor de todos,
no sólo cuando se alzó un telón.

Eva no es un cuento, no respeta un guión...
María Eva nació en Los Toldos... Evita en nuestro corazón.

María Eva se fue en invierno...
Julio de un negro cincuenta y dos...
Arden los ojos de los más buenos,
lloran por Eva, niegan su adiós.

No regala un pueblo... tanta devoción.
María Eva se fue en invierno... Evita no.

Qué sabe un coreógrafo en Londres de esta historia...
Qué sabe del beso que esconde nuestra memoria...
De los abrazos descamisados,
de un país sembrado de dignidad...
Semilla de Evita que un día florecerá.

María Eva nació en Los Toldos,
no en una Opera de ficción,
después Evita en los barrios rotos,
por cada fábrica renació.

Eva no es un cuento... Es revolución.
María Eva nació en Los Toldos... Evita en vos.

Qué sabe un coreógrafo en Londres de esta historia...
Qué sabe del beso que esconde nuestra memoria...
De los destierros, de los agravios, de los hermanos que hoy no están,
por ir tras su huella y sus pasos de libertad.

Dame el sol de tu ternura... enseñame a no aflojar ...
Soy uno entre millones, en los que vuelve Eva y sus razones una vez más.

Tu privilegiado fui... Me diste un tiempo feliz y leyes para seguir...
Yo... después del año dos mil, aunque no te conocí, te quiero desde que nací.

Qué sabe la crítica en Broadway de esta historia...
Del verso y la música que honran nuestra memoria...
Las marquesinas y las vidrieras, un día brillan, otro no están...
En mi país la bandera de Eva es inmortal.

viernes, 20 de julio de 2007

En el día del amigo

Hay que levantarle un “manolito”

El 20 de julio de 1989, un ataque cardíaco nos dejó sin el personaje más querido por los argentinos en los últimas décadas. Poco antes, también nos había abandonado “el negro” Olmedo que nos ponía en otro mundo, con su actuación junto al “cabezón” Portales, pero hacían otro humor más clase media, o al menos eso querían mostrar, cierto pudor por no parecer “un par de buscas”. Ellos fueron la más pura demostración de parecer aunque no se alcance, dos talentosos en sus mejores creaciones.
Pero al contrario del rosarino “Borges” y el porteño “Álvarez”, nuestro amigo, estaba orgulloso de su clase social, de sus amigos, algunos poco recomendables, a los que aún así él los quería, con sus casi nulas virtudes y sus grandes defectos. “La viejita” fue su santa, reconocida merecedora de un altar. “Bostero” fanático hasta el descontrol, disfrutaba “gastando” a sus ocasionales adversarios, o sufría hasta llegar a un ataque de furia si le tocaba ser “punto”. Las cosas eran blanco o negro y para él no existía el más o menos –es de intelectuales- a lo sumo podía conceder un “segual”; y lo demostró jugando su personaje, cuando sorprendió al país nombrando a Perón, en el programa televisivo “Polémica en el bar”, en momentos que estaba prohibida toda referencia al viejo líder expatriado. No solo lo nombró, también lo defendió, recuerdo como dudaron los demás integrantes de la mesa; los dejó paralizados y aterrados; Altavista salvó la situación - el bache- desarrollando una firme defensa a lo “Minguito”. Todos pensamos que levantarían el programa, pero a la semana siguiente reapareció con cero referencias a la anterior emisión, aunque, miradas y gestos cómplices de los integrantes de la mesa indicaban que algo había sucedido.

No fueron los ya conocidos valientes periodistas independientes ni los intelectuales de izquierda con su proverbial progresismo arrancando de atrás; fue “Minguito Tinguitella” el que les rompió el decreto -por decirlo de alguna forma- a los represores. A partir de ese momento los valientes se asomaron, tímidamente primero, para luego aparecer e indicarnos cual era el camino hacia la libertad de expresión.

Hoy, compañero “Minguito” alias Juan Carlos Altavista, me niego a aceptar lo que proponen los tilingos; el verso ese, del yanqui que pisó la luna; creo como vos, que los “chabones” hicieron una película en algún galpón de “jolibu” y nos empaquetaron como “giles”. Prefiero festejar el día del amigo recordándote a vos que si sos de “verdá”. En la Argentina sabemos que un atorrante con sombrerito canyengue, echarpe de lana anudado al cuello, un palito jugando entre los dientes, pantuflas eternas y manitos en los bolsillos, si que es un amigo. Y si tanto alboroto es andar por la luna, vos te fuiste al cielo, y eso está más lejos, no se puede negar. Además, no andamos por ahí haciendo tanta bandera, vos sabes: los argentinos no somos ningunos agrandados.

martes, 10 de julio de 2007

Errores conceptuales



Hermes Binner demuestra que que como estadista es un excelente anestesista

miércoles, 4 de julio de 2007

A ver si saben...

Es fácil, inténtenlo

lunes, 2 de julio de 2007

Réquiem para Juan Domingo Perón

La noche tiene el peso de una lágrima inmensa
y el color de una pena que jamás conocimos.
Hemos quedado en medio de esta muerte
como niños perdidos Dios sabe en qué caminos.
La pena nos hermana; y al mirarnos los ojos
vemos en otros ojos un dolor compartido.
Bajo el aire cruzado de la noche y la lluvia,
se acongoja en los rostros una angustia sin gritos.
Es como si de pronto, bajo el arco del cielo,
la Patria se nos fuera muriendo entre los cirios.
Todo el dolor del mundo se arrodilla en nosotros
en esta noche oscura del destino argentino.
Hierático en la muerte, como no lo fue en vida,
contemple, General, un dolor sin consuelo.
Esta ha de ser la gloria que Dios brinda a los justos,
merecer en la tierra las lágrimas del Pueblo.
¿Acaso no supimos que su muerte
sería como un tajo implacable,
partiendo en dos el tiempo?
¿O, tal vez, no quisimos pensar en este instante
para cerrar los ojos al designio del Cielo?
¿O, quizás, no creímos que Dios lo llevaría
así desencarnado, como nos fue devuelto?

En la noche enlutada tan sólo nos responden,
con su idioma cifrado, los llantos y el silencio.
Aquí están, nuevamente, las antorchas de octubre
quemándose en el llanto de los descamisados.
Y los héroes del Pueblo, mártires de su causa,
vigías imperiosos de su claro mandato.
Y están quienes negaron su divisa y su empresa;
y están quienes cercaron su exilio solitario.
Reunidos por la muerte, juntos
y en una misma soledad hermanados.
¿Cuántos seremos dignos de su vida y su muerte?
¿Cuántos seremos fieles a este sueño truncado?
La Patria está expectante, como recién nacida,
y el destino la mira con sus ojos llagados.
Más allá de su muerte, la Patria es una espera
desbordante de enigmas y de augurios preñada.
Más allá de su vida, la Patria es un mandato,
una lucha creciente, una clara esperanza.
¿Qué haremos sin su guía con esta Patria huérfana?
¿Qué haremos sin su rumbo con la Patria acosada?
Si la muerte del padre fortalece a los hijos,
no habrá maldad del mundo que pueda avasallarla.
Estará para siempre coronada de gloria,
más libre en su grandeza, más justa y soberana.
¡Qué Dios nos lo demande si cedemos un paso;
la Patria es la fatiga de una eterna batalla!
Duerma, mi General, en las manos del Cielo
y en este amor unánime del Pueblo que lo llora.
Descanse para siempre, después de tanta lucha,
de exilios, de amarguras y pruebas dolorosas.
Ha llegado la hora de estar solo y alzarse
como un mástil de fuego sobre el haz de la tierra.
Ha llegado el momento de ser, multiplicado,
la causa y el destino de una lucha gloriosa.
Porque fuimos sus fieles, seremos sus custodios,
unidos por la fuerza vital de su memoria.
Porque somos su pueblo, seremos su milicia,
hasta que rompa el alba de la nueva victoria.



José María Castiñeira de Dios