miércoles, 7 de marzo de 2012

Al gran Pueblo Argentino, ¡Salud!

En la Salud pública hubo dos momentos: antes y después de Ramón Carrillo.

Creador del ministerio de Salud pública y Asistencia Social de la Nación, su invaluable labor, trascendió las fronteras del país, y se proyectó a toda América Latina y el mundo.

Sus principios constituye una de las bases de la Organización Mundial de la Salud, en especial, cuando declara a la Salud como un derecho inalienable de los pueblos y obliga al Estado a garantizarla de forma indelegable.

Su gestión, se desarrolló entre 1946 y 1954, año en que Ramón se aleja del Ministerio por problemas de salud.

Abrazó la causa de la salud pública con fervor. Se dieron en ese tiempo transformaciones colosales, que permiten asegurar que casi toda la infraestructura de salud con la que el país cuenta hoy se debe a esa gestión, realizada en conjunto con la Fundación Eva Perón: en sólo ocho años, se construyeron 4229 establecimientos sanitarios en todo el país. Esto amplió la capacidad hospitalaria en 130.180 camas. Jamás antes ni después la salud pública argentina recibió un impulso de esta magnitud.

La tasa de mortalidad infantil disminuyó claramente y la esperanza de vida al nacer aumentó de 61,7 años promedio a 66,5 en menos de una década. En 1947, inaugura el Instituto de Medicina Preventiva y su gestión edita el Plan Analítico de Salud Pública de la Nación. En 1949, publica su obra Política Sanitaria Argentina, considerada –junto con Teoría del Hospital (1953) – un tratado de consulta, aún hoy, en todo el mundo.

Impulsó y creó la especialización de médicos higienistas, hoy sanitaristas. Innovador, crea en 1948 los centros de salud, e inaugura los primeros 50. Decía entonces: “El centro sanitario es un conjunto de consultorios polivalentes, con servicio social, visitadoras sanitarias y bioestadística, para captación de enfermos, reconocimiento de sanos y tratamientos ambulatorios, en tanto que la Ciudad Hospitalaria funciona siempre en correlación con uno o más centros sanitarios”.

Se erradicó por completo el paludismo y enfermedades como sífilis y tuberculosis disminuyeron a niveles equiparables a países más desarrollados. Los argentinos debemos saber que el Servicio Nacional de Salud británico, considerado ejemplo de un sistema universal y público, data de 1949. Ya para entonces el sistema público de salud argentino superaba al británico, tanto en recursos aplicados como en resultados obtenidos.

Frente a quienes lo negaban y aún hoy lo niegan, escribió con amargura: “Si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre el esfuerzo donde dejé mi vida”. Aspiramos a que, en la necesaria restauración de los paradigmas que tanto necesita nuestra querida Argentina al comienzo del siglo XXI, los miles de jóvenes que abrazan cada año la vocación por la medicina quieran seguir su ejemplo. Carrillo nunca postuló al Premio Nobel de Medicina, pero por su obra gigantesca y la dimensión de su humanismo ilimitado, está merecidamente en el nivel de nuestros Nóbeles.

Sufría hipertensión arterial, tal vez secuela de una grave difteria padecida a los 31 años, que casi termina con su vida. Por este motivo, renuncia a su cargo, y se reintegra a la cátedra de Neurocirugía e inicia un curso de Anatomía funcional del Sistema Nervioso. Ese año, se le propone una beca para realizar el estudio de un nuevo antibiótico en EEUU.

El 15 de octubre de 1954, Carrillo verá por última vez la ciudad de Buenos Aires. Se va, con la esperanza de cumplir el objetivo de la beca y recuperar su salud.

La noticia del golpe que derrocó al General Perón, lo encuentra viajando de Nueva Cork a Boston, con su señora.

Su hermano Belisario, le escribe, anunciándole un panorama funesto: Santiago Carrillo estaba prófugo, Alfredo Carrillo y Farías Gómez, presos.

Los medios económicos para financiar su estadía fuera del país fueron bloqueados, y su casa particular, invadida por una “comisión investigadora”.

Con escasos recursos, abandona Estados Unidos y acepta un cargo de médico de una compañía de explotación de metales en Belém do Pará, Brasil. Un amigo norteamericano, le consigue un puesto en la mina de oro Aurizonia, en plena selva brasilera, a un par de horas de viaje de Belém, vía río Amazonas.

Decide enviar un telegrama al General Lonardi poniéndose a disposición del gobierno de facto para ser investigado.

Carrillo no recibió respuesta, pero al tiempo se enteraría de la interdicción de sus dos propiedades, el allanamiento de las mismas y el secuestro de cuadros y libros bajo la acusación de "enriquecimiento sin causa".

En su defensa, la hermana de Carrillo se presenta ante la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial demostrando la legitimidad de los bienes.

Cuando venció su contrato igual permaneció en el nordeste de Brasil, en Belem do Pará, ejerciendo como médico rural, atendiendo gratis en un hospital, hasta que sufrió un accidente cerebrovascular que lo llevó a la muerte, el 20 de diciembre de 1956, sumido en la total pobreza.

En 1972 sus restos fueron repatriados y enterrados en Santiago del Estero, como él lo había pedido. Los periódicos ignoraron en su casi totalidad la penosa noticia, o escuetamente publicaron una breve referencia.

Esta demora de 16 años se debió a que la dictadura de Aramburu y Rojas se opuso a la repatriación de sus restos por "razones políticas".

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”, repitió hasta el cansancio.

Al Maestro, con cariño

Luis María Albamonte, más conocido como Américo Barrios, fue un periodista y escritor profundamente ligado al peronismo.
Después de 1955 acompañó en su exilio al General Juan Domingo Perón, compartiendo con éste los primeros años de su exilio.
En 1964, estando en el exterior, fue citado por Héctor García, para que se pusiera al frente de la edición matinal de "Crónica", que muy pronto creció hasta límites extraordinarios en sus cifras de venta.
Para Barrios, no sería la primera experiencia al frente de un medio tan importante. Durante el gobierno peronista, desempeñó el mismo cargo en dos medios de gran circulación: "Democracia" y "El Laborista".
En la edición de la revista Así, del 6 de noviembre de 1964, publica la nota N° 18 de una serie, que salían en esta revista, bajo el título “Con Perón en el Exilio”.
A continuación, reproduzco un fragmento de esta nota, donde da cuenta de la profunda admiración y respeto que el General sentía por uno de los más grandes hombres que tuvimos en la causa: el Dr. Ramón Carrillo.

Maestro del Maestro

   (…) De pronto, le pregunté al General Perón de que hombre había aprendido más en su vida.
El General Perón quedó un minuto pensativo. Daba la sensación de haber apresado la imagen de ese hombre, y que estaba analizándola, rodeándola de cariño y de admiración.

   La pregunta era importante, porque el General Perón hace muchos años que vienen actuando como maestro. Sus exposiciones son siempre clases, enseñanzas, como si repitiera las de sus cursos cuando era profesor en la Escuela Superior de Guerra, pero ahora con un sentido más ecuménico, universal. Yo estaba impaciente por conocer el nombre del hombre tan singular. Perón había conocido personalidades gloriosas en Italia, Alemania, Francia, España, América. Yo no tenía la menor idea acerca del hombre extraordinario a quien el General Perón, alguna vez, podría haber llamado maestro, sin que el título hubiera perdido vigencia para él. Y me dijo resueltamente:

-El hombre de quien más aprendí en mi vida se llama Ramón Carrillo.
Yo conocía a Ramón Carrillo, Médico, célebre, hombre de cultura general profunda, escritor notable, jamás limitado por las vallas comunes de la vida y del conocimiento, encontraba siempre una puerta para avanzar un poco más, y desde el otro lado contemplarse a si mismo y a los demás, demorados en la marcha porque había que andar con todos, con su ritmo y con sus ignorancias. Y era, además, una persona buena, todo corazón.

-¿Y qué aprendió de él, General?

-Aprendí esas cosas sencillas, pero reveladoras, que hacen al conocimiento de la condición humana, y a las relaciones entre las personas. Algo que vale tanto como un “placet” para transitar la senda justa del hombre. La verdadera…

   Por aquel entonces el doctor Ramón Carrillo andaba internado en la selva brasileña, ganándose trabajosamente la vida en el infierno del Amazonas.
Había sido Ministro de Salud Pública de la Nación.