En el día del amigo
Hay que levantarle un “manolito”
El 20 de julio de 1989, un ataque cardíaco nos dejó sin el personaje más querido por los argentinos en los últimas décadas. Poco antes, también nos había abandonado “el negro” Olmedo que nos ponía en otro mundo, con su actuación junto al “cabezón” Portales, pero hacían otro humor más clase media, o al menos eso querían mostrar, cierto pudor por no parecer “un par de buscas”. Ellos fueron la más pura demostración de parecer aunque no se alcance, dos talentosos en sus mejores creaciones.
Pero al contrario del rosarino “Borges” y el porteño “Álvarez”, nuestro amigo, estaba orgulloso de su clase social, de sus amigos, algunos poco recomendables, a los que aún así él los quería, con sus casi nulas virtudes y sus grandes defectos. “La viejita” fue su santa, reconocida merecedora de un altar. “Bostero” fanático hasta el descontrol, disfrutaba “gastando” a sus ocasionales adversarios, o sufría hasta llegar a un ataque de furia si le tocaba ser “punto”. Las cosas eran blanco o negro y para él no existía el más o menos –es de intelectuales- a lo sumo podía conceder un “segual”; y lo demostró jugando su personaje, cuando sorprendió al país nombrando a Perón, en el programa televisivo “Polémica en el bar”, en momentos que estaba prohibida toda referencia al viejo líder expatriado. No solo lo nombró, también lo defendió, recuerdo como dudaron los demás integrantes de la mesa; los dejó paralizados y aterrados; Altavista salvó la situación - el bache- desarrollando una firme defensa a lo “Minguito”. Todos pensamos que levantarían el programa, pero a la semana siguiente reapareció con cero referencias a la anterior emisión, aunque, miradas y gestos cómplices de los integrantes de la mesa indicaban que algo había sucedido.
No fueron los ya conocidos valientes periodistas independientes ni los intelectuales de izquierda con su proverbial progresismo arrancando de atrás; fue “Minguito Tinguitella” el que les rompió el decreto -por decirlo de alguna forma- a los represores. A partir de ese momento los valientes se asomaron, tímidamente primero, para luego aparecer e indicarnos cual era el camino hacia la libertad de expresión.
Hoy, compañero “Minguito” alias Juan Carlos Altavista, me niego a aceptar lo que proponen los tilingos; el verso ese, del yanqui que pisó la luna; creo como vos, que los “chabones” hicieron una película en algún galpón de “jolibu” y nos empaquetaron como “giles”. Prefiero festejar el día del amigo recordándote a vos que si sos de “verdá”. En la Argentina sabemos que un atorrante con sombrerito canyengue, echarpe de lana anudado al cuello, un palito jugando entre los dientes, pantuflas eternas y manitos en los bolsillos, si que es un amigo. Y si tanto alboroto es andar por la luna, vos te fuiste al cielo, y eso está más lejos, no se puede negar. Además, no andamos por ahí haciendo tanta bandera, vos sabes: los argentinos no somos ningunos agrandados.
El 20 de julio de 1989, un ataque cardíaco nos dejó sin el personaje más querido por los argentinos en los últimas décadas. Poco antes, también nos había abandonado “el negro” Olmedo que nos ponía en otro mundo, con su actuación junto al “cabezón” Portales, pero hacían otro humor más clase media, o al menos eso querían mostrar, cierto pudor por no parecer “un par de buscas”. Ellos fueron la más pura demostración de parecer aunque no se alcance, dos talentosos en sus mejores creaciones.
Pero al contrario del rosarino “Borges” y el porteño “Álvarez”, nuestro amigo, estaba orgulloso de su clase social, de sus amigos, algunos poco recomendables, a los que aún así él los quería, con sus casi nulas virtudes y sus grandes defectos. “La viejita” fue su santa, reconocida merecedora de un altar. “Bostero” fanático hasta el descontrol, disfrutaba “gastando” a sus ocasionales adversarios, o sufría hasta llegar a un ataque de furia si le tocaba ser “punto”. Las cosas eran blanco o negro y para él no existía el más o menos –es de intelectuales- a lo sumo podía conceder un “segual”; y lo demostró jugando su personaje, cuando sorprendió al país nombrando a Perón, en el programa televisivo “Polémica en el bar”, en momentos que estaba prohibida toda referencia al viejo líder expatriado. No solo lo nombró, también lo defendió, recuerdo como dudaron los demás integrantes de la mesa; los dejó paralizados y aterrados; Altavista salvó la situación - el bache- desarrollando una firme defensa a lo “Minguito”. Todos pensamos que levantarían el programa, pero a la semana siguiente reapareció con cero referencias a la anterior emisión, aunque, miradas y gestos cómplices de los integrantes de la mesa indicaban que algo había sucedido.
No fueron los ya conocidos valientes periodistas independientes ni los intelectuales de izquierda con su proverbial progresismo arrancando de atrás; fue “Minguito Tinguitella” el que les rompió el decreto -por decirlo de alguna forma- a los represores. A partir de ese momento los valientes se asomaron, tímidamente primero, para luego aparecer e indicarnos cual era el camino hacia la libertad de expresión.
Hoy, compañero “Minguito” alias Juan Carlos Altavista, me niego a aceptar lo que proponen los tilingos; el verso ese, del yanqui que pisó la luna; creo como vos, que los “chabones” hicieron una película en algún galpón de “jolibu” y nos empaquetaron como “giles”. Prefiero festejar el día del amigo recordándote a vos que si sos de “verdá”. En la Argentina sabemos que un atorrante con sombrerito canyengue, echarpe de lana anudado al cuello, un palito jugando entre los dientes, pantuflas eternas y manitos en los bolsillos, si que es un amigo. Y si tanto alboroto es andar por la luna, vos te fuiste al cielo, y eso está más lejos, no se puede negar. Además, no andamos por ahí haciendo tanta bandera, vos sabes: los argentinos no somos ningunos agrandados.
1 comentario:
Siempre cuento una historia, es acerca del "Día del Amigo". La historia tiene íntima relación con Armstrong y la llegada del hombre a la luna. A partir de ahora, luego de leer "Hay que levantarle..." he cambiado el final. Es hermosa, la nota.
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