“Mi linda pequeña”
Todos, en nuestro país, hemos oído hablar de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, también conocemos a uno o más de los que, por haber sido detenido, recibieron una compensación económica; igual trato fue para los familiares de los desaparecidos. Pero, ni el adobado Alfonso; ni el gorila riojano ni Don Fernando de la Fuga; ni hoy, el matrimonio gobernante, aceptaron reconocer como acto criminal del Estado; al caso más injusto de los últimos 53 años, es más, adhirieron con su comportamiento, a la actitud ignominiosa y criminal de Aramburu; Rojas y Manrique. En los `70, fue secuestrada junto a su pareja, y torturados. El desapareció; ella en cautiverio tuvo un parto prematuro de mellizos. A pesar del frío invernal, fue atada desnuda, en una mesa de mármol. Sobre el pecho le pusieron una de las criaturas muerta. A distancia, dejaron a la mellicita, desnuda para que también muera ante su vista. Esta increíble mujer, ya tenía un pasado de sufrimientos difíciles de soportar. A los 18 años; hizo hasta lo imposible por evitar el asesinato de su padre, pero el que había dado la orden; el único que podía evitarlo, no lo hizo, por estar durmiendo su siesta, ordenando no ser molestado. Cuando ya no tenía esperanzas y sentía morirse, haciendo un último esfuerzo, visitó al general que esperaba sereno a ser fusilado. Él le entregó una nota como despedida: … “Querida Susanita: sé fuerte…no te avergüences de tu padre que muere por una causa justa”… “mi linda pequeña, tené valor, trabaja con fe en la vida”… “papito”. Pasó poco tiempo; se sacudió con los estampidos de los fusiles. Las balas la acribillaron, tanto como al General Juan José Valle, su padre, asesinado por intentar defender el derecho de los más humildes. Susana Valle, nunca tuvo derechos. Todos los gobernantes consideraron que tampoco era humana; es la única explicación a la sistemática negación a su petición de justicia. Fue perdiendo belleza, pero le quedó su fe; su lucha militante en alto y sin aflojar hasta el final. Una hija la sobrevivió y le dio nietos, todos alimentados de necesidades. Una cruel enfermedad la mató el 3 de septiembre del 2006; después de un largo martirio, por penurias económicas y falta de medicamentos para su enfermedad. “Susanita”, cerró, sus grandes y tristes ojos grises, para poder encontrar entre los misterios de su alma, al hombre más admirado; “papito” Juan. Sí; allí estaba, honrándola con un saludo, que sólo es, para un soldado de la causa; una enorme sonrisa y seis escarapelas rojo punzó sobre el pecho, como premio a su lealtad, con la Constitución Argentina. Y como es ley; mi linda pequeña, estando junto a tu padre, ya nadie, podrá lastimarte.
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