A EVITA
Talló su alma en madera de pobreza
y convencida, arremetió a la nada
con la sangre encaramada a la tristeza
y el coraje rebalsando su mirada.
Halló el amor desbrozando la maleza
de un pueblo harto, y un líder de asonada,
y sin pensarlo, entregó fuerza y belleza
a la epopeya de ser abanderada.
No la pudieron la insidia y la vileza.
Para el Pueblo fue una tromba disparada
reivindicando al humilde y al “cabeza”.
A puro ardor, de la noche hizo alborada.
Fue pan para el pobre, fue miga y corteza.
Fue tigresa de su hombre en la parada,
aleluya esperanzada del que reza,
de la mujer emblema, del niño hada.
Muerta, hoy es mito. Pasó por la certeza
del querer devuelto, aunque también fue odiada.
El odio perdió. Su altar en tanta pieza
dice que no murió. Ahora es alada.
LEON GUINSBURG