¡COMPAÑERO RUCCI, PRESENTE EN EL CORAZON DEL PUEBLO!
Un 15 de marzo de 1924 nacía José Ignacio Rucci en Alcorta, un pueblo que se ganó un lugar en la historia de nuestro país por las rebeliones rurales del de comienzos del siglo XX.
En 1946 comenzó a formarse en la tarea sindical. Luego de la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó al gobierno Constitucional de Juan Domingo Perón en 1955, la figura de Rucci cobra relevancia, por su actuación como miembro activo de la Resistencia Peronista. Fue encarcelado en varias oportunidades por ser orador en los actos que desafiaban el Decreto 4161, que prohibía cantar la marcha peronista o nombrar a Perón; Congresal de su gremio ante la CGT; partícipe destacado en la conformación de las 62 Organizaciones Peronistas.
Tras el nacimiento de las 62 organizaciones, rama política de la CGT, Rucci comenzó a escalar posiciones rápidamente junto a Augusto Timoteo Vandor dentro del movimiento sindical.
En 1970 logró el cargo de secretario general de la CGT y desde allí fue uno de los impulsores del regreso de Juan Domingo Perón al país.
Rucci llegó a ser un protagonista fundamental de una de las últimas estrategias de Perón: la implementación del “Pacto Social”, que permitió a los trabajadores alcanzar el mayor nivel histórico en el reparto de la riqueza. La denominada “burocracia sindical” que las organizaciones de ultraizquierda y la guerrilla peronista resumían en la persona del Secretario General de la CGT, era sólo una pantalla que reflejaba el verdadero enfrentamiento con Perón.
Dijo al firmar, demostrando una vez más la firmeza de sus convicciones “Yo se que con esto estoy firmando mi sentencia de muerte, pero como la Patria está por encima de los intereses personales, lo firmo igual”.
Ante el rotundo triunfo de la fórmula Perón-Perón, el 23 de septiembre de 1973, con el 62 % de los votos, Rucci festeja el resultado y anuncia el “reinicio de la revolución justicialista interrumpida en 1955”. Alerta que el camino no será fácil, ni las soluciones rápidas, “pero empezamos a andar y eso es lo importante”. Su discurso no se limitaba a la decadencia económica, sino que también aludía a la decadencia “Espiritual y Cultural”. Días mas tarde no se hace esperar la respuesta de los infames traidores.
El 25 de septiembre, pocos días antes de ver a Perón asumir por tercera vez la presidencia, casi al mediodía, cuando estaba trabajando junto un pequeño grupo de dirigentes sindicales en una vivienda prestada, José Ignacio Rucci fue asesinado. Tenía sólo 49 años y dejaba a Coca, su compañera de toda la vida, y dos hijos: Aníbal de 14 años y Claudia de 9 años. El acusado de ladrón y burócrata sindical dejó como única herencia una casa en la Matanza y un auto usado.
¿Quiénes fueron? La respuesta es contundente. La conducción unificada de FAR y Montoneros.
Por otro lado se describe aquí el dolor de Perón quien al dar el pésame a la señora de Rucci le expresó: “Me mataron al hijo. Me cortaron el brazo derecho”. También sintetiza toda una trayectoria que convierte a este dirigente como un verdadero arquetipo de los trabajadores argentinos: “En las calles de Flores quedaron para siempre los recuerdos del boyero de Alcorta, del mozo de bar, del tornero de Ubertini, del delegado peleador de CATITA, del fundador de las 62 Organizaciones, del orador del Luna Park, del preso de Frondizi, del metalúrgico relegado por Vandor, del duro organizador de de la Seccional San Nicolás, de aquel que deseaba ‘mirar a los ojos de sus enemigos’ y que en definitiva terminó asesinado por la espalda aquel 25 de septiembre de 1973”.
A los Montoneros les faltó coraje para asumir públicamente el asesinato de Rucci, pero les sobró cinismo e imaginación para bautizar la acción comando: “Operación Traviata”, haciendo referencia los 23 agujeritos que tiene esta galletita, tantos como las balas que impactaron en el cuerpo del sindicalista.
El asesinato de leal compañero, marcó la profundización de un conflicto que se daba en el seno del Movimiento Nacional Justicialista. El general Perón, con sus muchos años a cuestas y viniendo a liberar a la nación, pero también a unir a los argentinos, debería enfrentar el problema que parecía ya no detenerse. Por un lado, la vieja guardia, los peronistas de antaño, de la resistencia heroica. Por el otro, sectores que no necesariamente venían de casas peronistas, en general jóvenes que reclamaban cambios inmediatos y se lo hacían saber al conductor.
El general debía conducir, ésa era su especialidad y por algo se convertiría en el político más importante de la historia de nuestro país. Pero no todos pensaban como él, ni en su concepción doctrinaria, ni en los medios aptos para la construcción política de la hora. Y estaban dispuestos a tirarle un cadáver –o varios- para inclinar la balanza en su favor. Entre tanto, compañeros de todos los sectores, a veces llevados por la pasión de la época, a veces por mal digeridas influencias extrañas en lo ideológico, justificaban cualquier medio para el accionar político, hasta hacer valer nada la vida de un leal servidor del pueblo y del movimiento. No sería el único caso por cierto, y la espiral de violencia en la que se sumía el peronismo se llevaría militantes valiosos y -seguramente- la salud del líder, que por todos los medios a su alcance, trataba de integrar armónicamente a todos los sectores políticos a un proyecto que superaba ampliamente todo interés coyuntural, y donde se jugaba nada menos que el destino de la nación.
Juan Domingo Perón pensaba en grande, a largo plazo, predicando que no había nada mejor para un argentino que otro argentino y que -por ende- era irracional enfrentarse con la violencia cuando era un gobierno legitimado por el pueblo argentino el que regía los destinos de la comunidad. Y eso fue entendido perfectamente por muchos, incluso por antiguos adversarios que colaboraron estrechamente con el gobierno. Y dentro del peronismo, figura fundamental para la participación del movimiento obrero organizado, era el compañero José Ignacio Rucci. Por eso las armas lo apuntaron. Por eso las balas lo mataron. Y con su sangre mártir de la patria, prestó su último servicio a la causa, porque desenmascaraba a los enemigos de la revolución en marcha.
Han pasado 35 años… el cobarde crimen sigue impune. Y sus autores, intelectuales y materiales, impunes y hasta con cargos en el gobierno. En memoria del compañero Rucci, decimos ¡NO! a la impunidad de este gobierno, que escudándose en los Derechos Humanos, esconde, aviesamente, sus verdaderas intenciones: llevar a cabo el Proyecto de País que, en su momento, quisieron imponer, allá en los 70, traicionando al Pueblo y a su Líder, y segando la vida de valiosos compañeros.
Hoy vemos que la familia Rucci, ha tomado la decisión HISTORICA, de reivindicar la memoria del compañero Rucci, para que, por fin, su alma descanse en paz, junto a nuestro querido General Perón y nuestra Santa Evita.
A 35 AÑOS DEL TRAIDOR ASESINATO RENDIMOS HOMENAJE EN SU HONOR Y MEMORIA, CON LA HUMILDAD QUE EL NOS LEGO, PERO TAMBIEN CON LA FUERZA Y CORAJE CARACTERISTICO DE LOS PERONISTAS, PARA DECIR LAS COSAS POR SU NOMBRE. PARA EL COMPAÑERO José Ignacio Rucci EJEMPLO DE MILITANTE Y DIRIGENTE PERONISTA.
Facundo Quevedo-U.E.S. "Brigadier Gral Lopez"
Natalia Jaureguizahar-Agrupación Arturo Jauretche
Javier Taillant-Movilización Peronista San Juan
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