sábado, 11 de septiembre de 2010

Identidad Cultural


La identidad cultural de un pueblo es, o debe ser, su tesoro más preciado. Los nombres de las calles, plazas y demás espacios públicos, no son casuales, ni tampoco, inocentes. Enaltecen y hacen perdurar en la memoria a figuras de nuestra historia.

Como todos sabemos, la historia tiene varias versiones. A veces, matices, otras, simplemente se cuenta mal, a propósito, y para favorecer los intereses de determinados grupos.

Así fue cómo desde chiquitos, nos enchufaron la historia de Mitre, que, cómo no puede ser de otra manera, le es favorable al proyecto político de las minorías. De este modo, Billiken ayer, o Felipe Pigna en estos días, nos muestran y demuestran, verdades casi enteras que acompañan con omisiones completas, logrando de esa manera, que las mayorías oprimidas, repitamos hasta el cansancio, y memoricemos obedientemente, las justificaciones de quienes nos oprimieron en el pasado, que, y no es casualidad, son los mismos que lo hacen actualmente.

Y digo que no es casualidad, porque si alguien te estafa una vez, puede deberse a la habilidad del estafador, o a la inocencia o buena predisposición del estafado, pero si la estafa se repite (y en nuestro caso, durante siglos), algo malo está pasando. Tal vez sea hora de analizar si estamos mal informados, o nos gusta que nos estafen. No encuentro más posibilidades.

Creo que el problema, debe ser la mala información. No creo que se deba a que nos gusta pertenecer a la inmensa mayoría de los eternamente estafados, pero desconocemos la cara de los farsantes, y, en ocasiones, hasta creemos que están de nuestro lado.

Por eso, los nombres que desde chicos asociamos a figuras heroicas de nuestra historia, no deben ser elegidos al descuido, y mucho menos, elegidos por la anti-patria. Corremos el enorme riesgo de seguir siendo estafados por los seguidores de esas corrientes históricas, que se han caracterizado por oprimir a los pueblos en busca de un beneficio propio.

Que esto está pasando en Argentina y en toda América Latina, no es una novedad, y los medios masivos de comunicación, históricamente han sido los promotores, nada inocentes, de esta invasión. En esta realidad globalizada en la que estamos insertos, la información puede resultar tan peligrosa cómo un arma de destrucción masiva.

Los grupos de poder, principalmente en nuestra época, los medios masivos de comunicación, aportan a esta desinformación, para nada inocente, y altamente perjudicial para nuestros intereses como comunidad.

Los medios, como formadores de opinión, tienen la capacidad de ocultar o hacer ver (hasta el hartazgo, si es necesario) lo que conviene sus los intereses, que, si cabe la aclaración, nunca coinciden con los del pueblo. Pero, versiones tendenciosas, omisiones ideológicas, y hasta verdades parciales suman a la hora de convencernos de lo zapallos que somos, y lo vivos que son los demás (entendiéndose por demás, la potencia imperialista de turno).

También, y para el mismo fin, tienen un efecto “anestésico” sobre la memoria, manipulando maliciosamente la información, parcializando y, en algunos casos, directamente borrando todos aquellos hechos que no convine que salgan a la luz.

Tanto es su poder que “deciden” si el pueblo quiere que un gobierno se vaya o se quede, prescindiendo de las urnas, deciden quién es el culpable, antes que los jueces; deciden la vida de quién se hará blanco de sus persecuciones, para alimentar la morbosidad insana que ellos mismos fomentan, y a la que nos han hecho adictos.

Las personas pueden convertirse en dioses o demonios, en lo que demora un tilingo con aires de gran conductor, en decidir que lugar les toca en el mundo.

En ocasiones las víctimas son perseguidas toda su existencia por estos cipayos al servicio de los intereses extranjeros. La víctima se retorcerá y gritará desesperadamente su verdad, pero difícilmente logre ser escuchada, y si lo logra, se pondrán en duda todas sus palabras, los medios han hablado, y son, por derecho divino, los dueños de la verdad.

Nadie se atreverá siquiera a recordar, y si lo hacen, dudarán de la veracidad de sus reminiscencias. Empujarán hasta el fondo más oscuro de su inconsciente la imagen de un gran estratega, entrado en años, pero absolutamente lúcido, con fuerzas suficientes como para retomar las riendas de un país saqueado durante casi dos décadas por una seguidilla de gobiernos golpistas y seudo democráticos.

No se acordarán, cómo nadie se acuerda, de la invasión de Estados Unidos a Panamá, en 1989, ignorando que se masacraron miles de personas, se arrasó un país sin defensas, como un gigante aplastando una hormiga, puso su pié el imperio sobre el pueblo panameño, mientras esto pasaba, los medios estadounidenses mantuvieron la atención mundial sobre los sucesos en Rumania.

Si pueden ocultar la masacre reciente de un pueblo, en plena era de las comunicaciones, ¿Cómo no van a poder ocultar lo que Isabel Perón hizo en su gestión, por citar un ejemplo reciente? ¿Qué tan difícil resultará que olvidemos que en su gobierno, por ejemplo, se nacionalizaron las bocas de expendio de petróleo? ¿No fue ese, el principal motivo del golpe?

Isabel Perón nacionalizó las bocas de expendio en 1975, luego YPF se vendió a la española Repsol; esas empresas siguen produciendo y procesando hasta hoy el 90% del petróleo argentino, y en los últimos tiempos también el gas.

Tan convencidos estábamos del golpe, que hasta lo aplaudimos…- no fue mi caso- ¡A seis meses de una salida democrática! ¿Se acuerdan lo que pasó después? Otra curiosidad de la información actual: se oculta que los mismos que pedían el golpe, son los que hoy están descontentos con las consecuencias que les tocó en el reparto. Basta recorrer las noticias publicadas en la época, donde se chocaban entre sí por saludar efusivamente a los golpistas. Es recomendable para el conocimiento de lo aquí escrito, leer “Decíamos Ayer” una publicación que trata sobre estas curiosidades informativas que preparaban los ánimos a favor de los golpistas. Y no es el único material que demuestra, que no fue una iniciativa independiente de cuatro civiles y otros tantos militares, más bien, que los “malos” recibieron una importante ayuda de los “buenos”, que tienen curioso parecido –a pesar de las canas y algunas peladas- a la mayoría de los que hoy acusan. ¡Sorpresas que te regala la vida! Juegan con el olvido, y les da resultado.

Con está técnica, estos “iluminados” que determinan quién es malo y quién es bueno en nuestra historia, nos imponen los nombres de nuestros próceres, para que los honremos y veneremos. Así, abundan las calles, plazas y espacios públicos llamados Roca, Sarmiento, Lavalle o Mitre, por ejemplo, pero rara vez nos encontraremos con una merecida mención a Jauretche, Scalabrini Ortiz, Homero Manzi. Y mucho menos común es encontrar un espacio donde se reivindique la memoria de algún pueblo originario, o alguno de sus representantes, tal es el caso de Juana Azurduy, memoria que intenta ser justicia de la mano de “Las Juanas”, una agrupación venadense, que pretende un gesto de justicia histórica, al pedir que se reemplace el nombre de esta última, por el de Roca, reconocido asesino de los pueblos originarios.

La misma reivindicación histórica persigue la comisión de Homenaje permanente al General J.J. Valle, que brega por reemplazar el nombre de la Autopista Aramburu, por el de una de sus víctimas más representativas. Este General golpista es uno de los mayores responsables de lo que vino después; sus fusilamientos marcaron una época, que los historiadores decidieron disimular, y no sólo eso, también celebrar, reconociéndole algún agradecimiento por lo echo. El general Valle junto a otros militares y civiles, pagaron con su vida, el querer retomar la vida democrática para nuestro país, pero eso, parece, ser de menor importancia y absolutamente olvidable por los hacedores de la historia oficial, que pretenden que sea nuestra historia.

Tras el golpe de Leonardi al gobierno democrático del Gral. Perón, Aramburu fue segundo presidente de la “tristemente celebre, revolución libertadora” como diríamos los peronista, “revolución fusiladora” ese movimiento oligárquico militar de 1955 derrocó a Juan D. Perón y proscribió en todos los frentes al justicialismo, poco después, el Gral. Valle lideró un levantamiento cívico-militar con apoyo de muchos peronistas, la respuesta de Aramburu fue implacable: en 72 horas encarceló a cientos de militantes y fusilo a 27 personas, justamente desde Rosario que en ese momento el general Aramburu estaba de visita, envío el permiso por 72 horas para que exista la pena de muerte y poder fusilar a Valles y demás compañeros, hecho silenciado y no repudiado por diferentes sectores sociales de la argentina que callaron ante semejante barbaridad, la iglesia, opositores políticos etc., Luego Aramburu cometió otros de sus terribles hechos en la historia, el saqueo violatorio de los restos de Eva Perón, que realmente tratamos de omitir sus característica que podemos sintetizar como abominable.

El 5 de octubre de 1979 el genocida y dictador (Jorge Rafael Videla) mas sangriento que sufrió nuestro pueblo inauguró la autopista con su nombre.

Y no es cambiar por cambiar no más, tampoco se trata de poner nuevos nombres a otros espacios, bajo pretexto de que estoas personajes también forman parte de nuestra historia. Con este razonamiento, debemos resignarnos a que en unos 50 años, y con la memoria un poco limada, nuestros hijos y nietos, circulen por la Avenida Jorge Rafael Videla o jueguen en la plaza Albano Arguindeguy. También, una parejita, se podría citar en el bar de la esquina Massera y Gorriarán Merlo.

Resignarnos a que los argentinos de mañana prefieran vivir en la calle Galtieri, antes que cambiarle el nombre, porque “es mucho lío” hacer el cambio de domicilio, es un posible panorama a futuro.

Asesinos de ayer, de hace un ratito, de hace un siglo, o más. ¿Cuál es la diferencia? Sólo la memoria del pueblo. Era tan Argentina la sangre de “los bárbaros e incivilizados indios y gauchos”, que, según Sarmiento, solo servía para abonar la tierra, cómo la del General Dorrego, héroe de la Guerra de la Independencia. Tan Argentina la sangre de los fusilados del 56, cómo la de los héroes anónimos de la Resistencia Peronista. Igual de argentina y roja que la sangre de los hermanos detenidos desaparecidos, en la última dictadura, muchos de los cuales hoy, ni siquiera tienen cristiana sepultura.

Estos últimos, por ser mas recientes, todavía duelen, y nadie dudaría en repudiar de inmediato, la posibilidad de honrar con un histórico y público reconocimiento a los militares que participaron en el último golpe de estado que padecimos los argentinos, el que nos hizo pagar la correspondiente cuota de sangre, que el pueblo aporta y ellos beben. Los otros, los asesinos de ayer, de un pasado, no tan lejano cómo parece, ya fueron bendecidos por el olvido colectivo, y esta indiferencia se parece mucho al perdón, y a la posibilidad de volver a cometer los mismos errores.


Natalia Jaureguizahar

Comisión de Homenaje Permanente al Tte. Gral. Juán José Valle

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