Nadie deja de sentir por decreto

El 5 de marzo de 1956, el gobierno golpista de Rojas y Aramburu, prohibía a través del decreto 4161, nombrar o escribir los nombres de Perón o Evita, obligaba a hacer desaparecer, quemar o destruir por cualquier medio, sus fotos, o literatura en cualquiera de sus formas; el castigo fue la cárcel, el despido de sus trabajos y la persecución.
Nacía la persecución política más larga, cruel y sangrienta que hemos vivido los argentinos.
Ya habían demostrado de lo que eran capaces, bombardeando, impunemente hasta hoy en día, la población civil que se encontraba en Plaza de Mayo y sus alrededores en junio del ’55, poniendo bombas en los subtes y en las manifestaciones populares, cañoneando desde la costa la ciudad de Mar del Plata.
Habían demostrado su crueldad y su profundo odio al pueblo peronista, que representaba la abrumadora mayoría. Pero nada de esto parecía alcanzar, la gente se negaba a olvidar al General y su esposa muerta, se negaba a olvidarse del sentimiento de dignidad que habían descubierto de la mano de sus gobiernos, no querían volver atrás, a la explotación de la masa obrera, al hambre, a la esclavitud.
Preferían perder la vida en el intento de recuperar lo que les habían robado. Clavado en el pecho, ardía como una brasa el sentimiento peronista.
No les alcanzó, nacía en esa época nefasta, la Resistencia Peronista, que lucharía heroicamente. Hubo miles de muertos, a mano de civiles y militares; pero, como dijera Perón: lo mejor que tiene esta tierra es el pueblo. Y el pueblo resistió, logrando con su gesta un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad: a 18 años de comenzada la batalla, traer de vuelta al líder exiliado.

Natalia Jaureguizahar