17 de noviembre, día de la militancia
El motor de los cambios
“Solo los necesitados pueden cambiar el mundo, nadie con los cuatro ases pediría que se vuelva a dar”, y esto sucedió en aquellos años de lucha. Los que daban la vida por Perón, más allá de la frase, lo hacían literalmente, lucharon por aquello que habían conocidos en los años felices del peronismo, donde los únicos privilegiados eran los niños, y existía una sola clase de gente, la que trabaja.
Fueron los trabajadores, con sus huelgas, sabotajes, caños y presencia permanente. Nunca faltaron a sus obligaciones de militantes, activistas, o simplemente de trabajadores. Los laburantes siempre estuvieron, no aparecieron en los 70, reclamando protagonismo en las tapas de los diarios. El pueblo peronista, el que luchó por el regreso del General, los que después de 18 años de proscripciones, persecuciones, fusilamientos y torturas le demostraron a la oligarquía que, como dijo la compañera Evita: “no hay fuerza capaz de derrotar a un pueblo que tiene plena conciencia de sus derechos”.
Y esa conciencia plena se la aprendieron con hechos, con jornadas laborales humanas y sueldos dignos. Con vacaciones pagas y aguinaldo, lugares para vacacionar y acceso a la educación para sus hijos. Con pleno empleo en un país que se ponía de pie, para gritar quienes somos, mal que les pese a las grandes potencias extranjeras.
Y ese pueblo trabajador soportó 18 años de lucha sangrienta, en la que a nosotros, siempre nos tocó poner los muertos. El 17 de noviembre de 1972, el objetivo estaba cumplido, Perón estaba en casa. No importó cruzar a pie el Río Matanza, dejar sus zapatos clavados en el barro, enfrentar la represión militar, con sus tanques y tropas en las cercanías del aeropuerto, tratando en vano de opacar la fiesta de un pueblo, que durante 18 años siguió fielmente a su líder conductor en el exilio.
Y fueron los trabajadores, encabezados por sus heroicos dirigentes, quienes lograron el milagro del regreso.
Fueron los que gritaron sin temor ¡Nada sin Perón!, los que pintaron los tapiales de la Patria con el símbolo inconfundible “PV”, Perón Vuelve, Viva Perón, Peron Volverá.
“De Perón para abajo, somos simples soldados”, declaró Rucci. Seamos otra vez soldados de la causa, rebelión y lucha, seamos de nuevo patriotas, seamos lluvia que limpie lo que los traidores deshonraron, seamos el aluvión zoológico sobre el gorilaje; y entonces, sí, seremos dignos del General.
“Solo los necesitados pueden cambiar el mundo, nadie con los cuatro ases pediría que se vuelva a dar”, y esto sucedió en aquellos años de lucha. Los que daban la vida por Perón, más allá de la frase, lo hacían literalmente, lucharon por aquello que habían conocidos en los años felices del peronismo, donde los únicos privilegiados eran los niños, y existía una sola clase de gente, la que trabaja.
Fueron los trabajadores, con sus huelgas, sabotajes, caños y presencia permanente. Nunca faltaron a sus obligaciones de militantes, activistas, o simplemente de trabajadores. Los laburantes siempre estuvieron, no aparecieron en los 70, reclamando protagonismo en las tapas de los diarios. El pueblo peronista, el que luchó por el regreso del General, los que después de 18 años de proscripciones, persecuciones, fusilamientos y torturas le demostraron a la oligarquía que, como dijo la compañera Evita: “no hay fuerza capaz de derrotar a un pueblo que tiene plena conciencia de sus derechos”.
Y esa conciencia plena se la aprendieron con hechos, con jornadas laborales humanas y sueldos dignos. Con vacaciones pagas y aguinaldo, lugares para vacacionar y acceso a la educación para sus hijos. Con pleno empleo en un país que se ponía de pie, para gritar quienes somos, mal que les pese a las grandes potencias extranjeras.
Y ese pueblo trabajador soportó 18 años de lucha sangrienta, en la que a nosotros, siempre nos tocó poner los muertos. El 17 de noviembre de 1972, el objetivo estaba cumplido, Perón estaba en casa. No importó cruzar a pie el Río Matanza, dejar sus zapatos clavados en el barro, enfrentar la represión militar, con sus tanques y tropas en las cercanías del aeropuerto, tratando en vano de opacar la fiesta de un pueblo, que durante 18 años siguió fielmente a su líder conductor en el exilio.
Y fueron los trabajadores, encabezados por sus heroicos dirigentes, quienes lograron el milagro del regreso.
Fueron los que gritaron sin temor ¡Nada sin Perón!, los que pintaron los tapiales de la Patria con el símbolo inconfundible “PV”, Perón Vuelve, Viva Perón, Peron Volverá.
“De Perón para abajo, somos simples soldados”, declaró Rucci. Seamos otra vez soldados de la causa, rebelión y lucha, seamos de nuevo patriotas, seamos lluvia que limpie lo que los traidores deshonraron, seamos el aluvión zoológico sobre el gorilaje; y entonces, sí, seremos dignos del General.
Natalia Jaureguizahar
Las imágenes que ilustran la nota son gentileza del compañero Horacio Milanesio, de Edtorial "Tiza y Carbón"
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